Guillermo Hernández Ortiz

Nací en la Ciudad de México en 1977, y no me gustaba la literatura.

De niño me hacía feliz ver caricaturas y películas. Veía las del Santo, Mauricio Garcés, Pedro Infante, El Piporro y etc. En ese momento pensaba que no podía haber nada mejor.

Pasó el tiempo y conocí otro cine. Empecé a ver películas de Fellini, Woody Allen, Truffaut y Bergman. Estaba naciendo mi interés por las historias.

A los veinte años me topé con la literatura. Fue como un accidente feliz. Algo que no esperas, pero sucede. Leía de todo: novela, cuento, poesía y teatro. La literatura, con sus garras filosas, me atrapó para siempre. Pero no me atrevía a escribir. Eso me parecía una montaña imposible de escalar.

Estudié la carrera de cine y escribí muchos guiones. Algunos los mandé a concursos y otros a la basura. No pasó nada con unos ni con otros.

Busqué trabajo como guionista, pero nadie me dio trabajo. Fui a las grandes televisoras y sólo recibí el famoso: “Nosotros te hablamos”.

Pero en mi interior ya tenía la semilla del escritor, esa semilla que crece hasta convertirse en una enredadera que te come por dentro y te impulsa a juntar una palabra con otra.

Entonces, empecé a escribir cuentos, novelas y seguí escribiendo guiones. Según mis maestros de guión, soy bueno para los diálogos. Habrá que ver, o habrá que leer. Como se diga.